Murmullos vegetales, gemidos y llamados.
Ha vuelto, y siempre estuvo allí,
el grito eterno del amor en la almendra.
Las ramas y las copas se abrazan y retuercen,
ardiente primavera
hace vibrar la hierba, el aire, la madera.
Te perdí y mi piel no responde
al llamado del árbol.
Fría y distante tendida en el silencio.
Te esfumaste lentamente,
como una nube que se va disolviendo
en caritas y ovejas.
Venido desde lejos surges como un nido azul.
Tus ojos somnolientos
parpadean sobre mi corazón.
Podría amarte locamente
y suplicar tus besos, tus manos dulces,
tu voz de profundo señor de los volcanes.
"Es otro amor", dice la sabia.
"No, es el mismo que se cambió de traje".
Esa mirada que nubló de nomeolvides el universo azul
se fue al aire,
y llenó de caricias nuestra alcoba con un sabor alado.
El tiempo empezaba de nuevo,
y te amo nuevamente.
Ena Riutort Cadot
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